Es viernes 29.04.22 y mi vuelo de Zurich a Palma llega puntual. Se acerca mi semana de voluntariado en la Finca Noah y estoy totalmente motivado. Me siento en el avión lleno de anticipación, mis pensamientos ya un paso por delante. Qué me espera y cuánto puedo ayudar.
Unas horas más tarde, estoy en el meollo del asunto y ya me he hecho cargo de muchas tareas. Después de que René me familiarizara a fondo, ahora soy el único responsable de los 3 caballos y el burro. Es mi primera y última parada por la mañana y por la tarde. Entre medias, hay que ocuparse de todos los demás animales: perros, gatos, roedores, loros, patos, el cerdo panzudo y el gallo Theo. La limpieza del recinto de las ovejas, donde también estaba alojado el poni Rambo, se hizo de nuevo entre todos. Me acogieron muy bien desde el principio y siempre me sentí a gusto durante estos días tan agotadores. Los paseos diarios con los perros nos acercaron un poco más a todos, a pesar de la pequeña barrera del idioma. Como también dirigimos un orfanato de animales en Suiza, desde el principio supe de qué se trataba y que no sería un paseo por el parque.
Por la noche, siempre llegaba al hotel muerta de cansancio, luego iba a un buen restaurante español y redondeaba el día. Mis pensamientos se centraban en el destino de los animales, a los que afortunadamente ahora se les permitía llevar una vida adecuada a su especie en Finca Noah.
Siempre es maravilloso ver cómo animales que no han tenido una buena vida vuelven a confiar en nosotros, los humanos, y nos dan su cariño. Todos podemos aprender mucho de ellos y hacer del mundo un lugar mejor de lo que es. Gracias a Farah, Rene, Perla y Jose, os llevo en mi corazón y sin duda volveré.
Marco